La pederastia eclesiástica le apuesta a la pérdida de la memoria y al descuido de la sabiduría. Su característica es la manipulación de la fe y la confianza que le depositan las familias y comunidades. Esto deberá mirarse en dos planos que refuerzan la impunidad de los abusadores y la persecución de los denunciantes: las creencias religiosas y la causalidad social. Las primeras inhiben el castigo a los curas pederastas, que siempre ligados al ámbito de lo sagrado provocan que la reprobación social recaiga en los denunciantes. La segunda implica el uso de la fuerza organizacional católica para evitar su castigo. A mediados del 2012 el Vaticano recibió decenas de textos redactados por los pastores de los cinco continentes, donde propusieron líneas-guía de combate al abuso sexual contra niños y niñas. Esta medida evitará las tragedias que violentan sus derechos, sus cuerpos y sus vidas. Aunque es indispensable darles la voz y dotarlos de visibilidad pública. Este libro es una batalla contra ese monstruo vandálico que no respeta desarrollo humano alguno, utiliza al poder legal, las conciencias y las tradiciones para aplastar todo lo que se opone en su camino, incluidas las personas.