Por qué le he puesto este título, bueno, quizás porque todas estas líneas realmente tengan algo de fundamental para mí, algo de mi propia esencia como sujeto. Son verdaderas hasta el punto en que en mi vida lo fueron.

Eran exactamente el modo de escape más literario que yo pudiera consentir por aquella época, los dieciocho años, y como nunca fui buen lector, tal y como digo en el prólogo, me perdonaréis que en ocasiones resulten algo dificultosas de comprender.

En cualquier caso, son una muestra de un primer momento, un testimonio más bien iniciático que comprende todos aquellos versos, cuentos e historias que se perdieron bruscamente en mi corto pasado.

Decisivamente, estas cuatro historias sientan las bases de la persona confundida que más tarde se convertiría en un hombre, y como tal metáfora os invito a que las comprendáis.

Hoy día me arrepiento de algunos términos, pensamientos e incluso sentencias, pero qué más da, como dice mi madre, todos hemos nacido jóvenes.