En los convulsos tiempos de la Alta Edad Media, los francos consiguen detener a los árabes en su expansión por la Europa Occidental, que habían iniciado en las costas del sur de la península Ibérica y habían consolidado con la caída del reino visigodo de Hispania y la Septimania.
Los francos en tiempos del emperador Carlomagno comenzaron una expansión constante hacia el sur, conquistando la Septimania. La adhesión al reino franco tampoco cambió el entorno social, cultural y político de la Septimania, ya que Carlomagno para gestionar estas nuevas conquistas tuvo que crear nuevos condados y asignar a nobles francos o a nobles visigodos locales para el gobierno de esta región, así como posteriormente en la Marca Hispánica, al sur de los Pirineos que se conquistaría en años posteriores. El proceso sucesorio del Imperio de Carlomagno creó rivalidades entre sus nietos y llevó a los francos a guerras fratricidas, así los condes, debieron decidir a quien deseaban servir y posicionarse en estas cruentas rivalidades.