Un libro de viaje es siempre el fragmento de una autobiografía. Algo como eso postuló en pleno siglo XIX el escocés Robert Louis Stevenson. La afirmación es tan cierta como parcial. En realidad tales libros terminan siendo las historias de vida de mucha gente, en principio, de todos los que son retratados en la narración. Pero, y más allá de eso, un libro de viaje resume las muchas biografías posibles de quien lo escribe, que nunca es el mismo, y muta según el lugar que pretende mostrar. Así, al intentar narrar un lugar o una época, un paisaje o unas costumbres ajenas, no logra nunca escapar de su propia subjetividad y lo que consigue, que no es poca cosa, es narrarse a sí mismo, abrirse, revelarse múltiple, según le afecte el entorno a su paso por tierras extrañas. Mucho de ello podrá comprobar el lector al viajar por los Otros Cielos de José Ovejeros, y asistirá a quién es y cómo ve la vida de los otros, y por tanto la suya propia, el autor.